Creo que en la raíz de cualquier cultura se halla un fenómeno común a toda la humanidad (que los hombres compartimos, de alguna manera, incluso con otras especies vivientes): es la capacidad de simbolizar. No necesitábamos que lo confirmase la Antropología moderna, aunque así lo hace.
La capacidad de simbolizar primaria permite que relacionemos una percepción sensorial conocida o experimentada con determinados efectos, tambien conocidos, de tal forma que nuestro sistema psicosomático establece un vínculo razonable entre aquello que provoca tal sensación y ésta como efecto observado. Esa fase primaria, en la que relacionamos causas y efectos, nos lleva, a veces, a identificarlos e incluso a sustituirlos entre sí. Lo mismo que el sonido del silbato incitaba el apetito de los perros de Paulov (y yo opino que tambien los perros "razonan", aunque a su modo y medida).
Por lo tanto, la capacidad de simbolizar, inexorablemente unida a la capacidad de razonar, se apoya en la experiencia vivida personalmente y en el desarrollo de analogías, dentro de un paradigma socio-cultural determinado. Los símbolos son, ante todo, sustituciones culturales. Cuanto más sofisticada sea una cultura, tanto más rica podrá ser su simbología.
Las percepciones sensoriales de las que somos capaces los hombres son muy limitadas, pero hemos aprendido a reconocerlo y a establecer analogias sustitutorias que nos permiten aproximarnos progresivamente al conocimiento buscado. En este sentido, hemos desarrollado todo tipo de prótesis analógicas.
Los primeros hombres, los de la horda, descubrieron que podían emitir sonidos y realizar gestos simbolizantes para comunicarse. Su capacidad primaria de simbolizar incentivó el desarrollo de la cultura de la palabra y del gesto, elementos íntimamente unidos en las dramatizaciones "religiosas" que pronto surgieron, adquiriendo carácter "sagrado". Me atrevo a apuntar que la palabra y el gesto se amplían a través del atuendo y de la pintura descriptiva, permitiendo el paso a un nuevo nivel de simbolización.
Esta reflexión constituye solamente un introito racional al planteamiento de la iniciación en sus dos vertientes: como "arte de transmision" de una cultura viva (su aspecto cultural) y como "interiorización" personal de los contenidos de esa cultura (mediante un aprendizaje progresivo). Dos aspectos manifiestamente presentes en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, como método iniciático masónico.