Estos artículos expresan un punto de vista particular con respecto a una cuestión de actualidad o a una noticia. Lo importante en ellos no es la noticia que se da o comenta, sino lo que el autor opina sobre algo que incluso puede haber ocurrido hace tiempo. Su característica fundamental es la de analizar un hecho para orientar al lector desde una óptica personal explícita.
En los dos últimos años se ha recrudecido el conflicto árabe-israelí, y más concretamente, el que concierne a Palestina y al Estado de Israel. Asistimos a un espectáculo dantesco de atentados terroristas palestinos y represalias indiscriminadas por parte de las actuales autoridades judías que están causando multitud de víctimas de uno y otro lado, sin que la diplomacia internacional sea capaz de imponer un alto el fuego, preludio de una paz necesaria y justa en la zona.
Al holocausto judío realizado por los nazis siguió como un desagravio necesario y justo la creación del Estado de Israel. La resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas, de 29 de noviembre de 1947, de partición territorial, vió frustrados sus objetivos de prevención de un conflicto que hoy nos asola y que compromete la paz internacional.
Aunque NO se trate de una exposición del tema realizada por un masón, el artículo aparecido en El País el día 2 de octubre de 2001 en torno al gran escándalo mundial del 11 de septiembre último, nos parece tan profundamente humanista, equitativo y luminoso que lo asumimos plenamente y nos permitimos reproducir aquí un extracto del mismo. Las del juez Garzón son, en este caso, palabras que deberían perdurar en el corazón de los hombres de bien.
Alguien ha dicho que el terrorismo, especialmente el integrista islámico, o fundamentalista, es una amenaza difusa, pero sobre todo es una realidad preocupante y cruel desde hace tiempo, y constituye un fenómento al que, entre todos, y especialmente los países occidentales -respecto a los cuales no apuesto por su supremacía como desgraciadamente ha dicho el primer ministro italiano-, hemos contribuido a dar forma con nuestra propia intransigencia, con la diferencia, con la imposición de 'lo nuestro' frente a 'lo otro', con el rechazo de todo aquello que es diferente a nuestra cultura o incluso a nuestra 'religión civilizada'.
Lord Robert May, Presidente de la Royal Society británica, en el discurso conmemorativo de su jubilación y bajo el título "Amenazas al mundo de mañana", lanzó un abierto y franco reto a los modernos opositores a la ciencia.
Robert May, una eminente figura del mundo científico, no se ha abstenido de alertarnos ante el peligroso rechazo de algunos gobiernos – incluyendo la administración norteamericana del Sr. Bush y la británica - a tomarse en serio los problemas a los que habrá de hacer frente el planeta, según advierten los científicos.
Subrayó el serio impacto que pueden representar para el futuro de la ciencia los ataques de los fundamentalistas religiosos y, en particular, los de la derecha cristiana de los Estados Unidos. Insistió en la conveniencia de propugnar una actitud hacia la ciencia y hacia la sociedad basada en las tradiciones del pos-renacimiento y del Siglo de las Luces, a pesar del asalto del que es objeto esa concepción por parte de algunos representantes del posmodernismo académico actual.
"Pour tout pays, la religion dominante, quand elle ne persécute point, engloutit à la longue toutes les autres"
(En todo país la religión dominante, cuando no persigue, a la larga termina con las otras).
(Lettres philosophiques, 4éme).
Estas palabras de Voltaire en sus Cartas Filosóficas coincidían con un sentir generalizado en su época entre los hombres ilustrados.
La libertad y el principio de tolerancia, así como el respeto de las conciencias, desembocó tras una larga y ardua lucha, en una separación de las religiones o iglesias y la autoridad política. Un multisecular maridaje entre la autoridad religiosa y la política había conducido a una mezcla de elementos heterogéneos cuya unión se había mantenido a costa de la opresión, la violencia y la esclavitud de las conciencias.
El 29 de Octubre de 1923 Mustafa Kemal "Ataturk" fundaba, sobre las ruinas del Imperio Otomano, la moderna Republica de Turquía. Conforme a sus propias palabras, las bases del nuevo Estado habrían de ser la europeización y el secularismo, por lo cual fue abolida la Ley Islámica, separando así Religión y Estado, y fue proclamado un nuevo Corpus Legal basado en el código civil suizo, el penal italiano y el mercantil alemán. Los derechos civiles de las mujeres, indicador del grado de libertad de las sociedades, fueron promovidos desde su misma base, la educación, y se reconoció a la mujer los mismos derechos que al varón.